La castración de lechones en producción porcina se utiliza de forma habitual para prevenir problemas de agresividad entre animales, o para eliminar el olor sexual de la carne y sus derivados. En la actualidad, la castración se lleva a cabo de forma quirúrgica y no suele ser habitual el uso de medicamentos anestésicos y analgésicos. La falta de refinamiento durante el proceso, hace de la técnica empleada un escollo que confronta con los estándares de bienestar animal.
Por este motivo, varios países europeos se han puesto de acuerdo para eliminar paulatinamente el método de castración quirúrgica tradicional. Sobre esta decisión, la inmunocastración es, a día de hoy, el método de elección más adecuado en cuestiones de bienestar animal.
Sin embargo, existe la falsa creencia de que este sistema de castración es incompatible con la agricultura ecológica, ya que, de forma errónea, se piensa que el proceso afecta a la producción de hormonas reproductivas del animal.
Por este motivo, la FVE ha emitido un comunicado en el que explica las características de la inmunocastración. La federación explica que “la inmunocastración es una vacuna y no un tratamiento hormonal”. “La vacuna estimula a los lechones vacunados para formar anticuerpos contra su propia hormona liberadora de gonadotropinas (GnRH) que produce una supresión inmunológica temporal de la función testicular”, afirman en el texto.
Además, esta técnica es mucho más respetuosa y coherente con los estándares de bienestar animal, y está en la línea de otros tratamientos ampliamente aceptados en la agricultura ecológica, que actúan sobre el sistema inmune de modo similar a las vacunas.