Un equipo de científicos liderados por Samantha Brooks de la Universidad de Florida, y en el que participaron Doug Antczak, Universidad de Cornell; Dorothy Havemeyer McConville, Instituto Baker para la Salud Animal y Andy Clark, departamento de biología molecular y genética de Cornell; ha realizado un estudio con caballos árabes de 12 países diferentes, y en contra de la creencia popular, revela que algunas poblaciones de estos caballos mantienen un mayor grado de diversidad genética y que además la raza no contribuye genéticamente al purasangre moderno.
Las muestras de ADN tomadas durante 8 años de 378 caballos de diferentes países, se anonimizaron para fines de análisis de datos, exceptuando los datos de la ubicación del caballo y su categorización, como caballos de competiciones o caballos de exhibición. Además, estos datos se ampliaron utilizando información de estudios anteriores sobre otras razas, incluyendo purasangre, persa, turco y egipcio.
“Los criadores de caballos árabes, en particular, conocen el linaje de sus caballos desde hace muchas generaciones. Lo que encontramos fue que en el área donde se origina esta raza, probablemente en la región del Cercano Oriente, pero no sabemos dónde exactamente, hay un nivel saludable de diversidad. Esto es particularmente evidente en las poblaciones de Bahrain y Siria, lo que sugiere que se trata de algunas poblaciones bastante antiguas", señala Brooks.
Este caballo es un animal distinguido por su tolerancia al calor y su resistencia, además de tener una apariencia única. Se ha exportado de su lugar de origen durante siglos, y se han conseguido linajes modernos extraídos de estos grupos genéticos, lo que le da a la raza una reputación de trastornos endogámicos. Brooks explica que, si bien esto es cierto para algunos de los grupos que estudiaron, también encontraron una notable diversidad al considerar la raza como una sola.
En el estudio, Brooks compara el descubrimiento de poblaciones más diversas con las muestras que recibieron de los caballos árabes de carreras. Otro de los mitos apunta que el caballo árabe contribuyó genéticamente al purasangre moderno, pero el ADN de los árabes de carreras revela una historia muy diferente.
Aunque no se sepan las causas de cómo ha sucedido, el ADN evidencia la verdadera historia de la genética de estos caballos. "Lo que encontramos en estas muestras no era tanto que la ascendencia árabe fuera parte de la línea del purasangre, sino todo lo contrario: que el ADN del purasangre existe en la mayoría de las líneas árabes modernas de carreras, lo que indica un entrecruzamiento más reciente dentro de este grupo".
Según el experto, otra de las implicaciones del estudio realizado, es el potencial para identificar las regiones genéticas que determinan algunos de los rasgos únicos de los árabes, como el perfil facial tan característico.
El estudio tiene una larga lista de coautores, con colaboradores de la Universidad de Teherán, Irán; Weill Cornell Medical College en Qatar; la universidad de Kentucky; la Universidad de Agricultura en Cracovia, Polonia; el Hong Kong Jockey Club; el Centro Médico Veterinario Equino en Doha, Qatar; y la Universidad de Medicina Veterinaria de Viena, Austria. Elissa Cosgrove del laboratorio Clark y Raheleh Sadeghi, una científica visitante de Irán en el laboratorio de Antczak, comparten la coautoría del estudio.
Definen de excepcional y maravilloso el nivel de colaboración y el intercambio de recursos entre las partes participantes, los veterinarios, los científicos equinos y los jinetes de los diferentes países.