Actualmente, los datos disponibles sobre el origen o la vía de transmisión del virus SARS-CoV-2 al ser humano son relativamente escasos e inciertos, si bien la hipótesis más aceptada es que el virus tiene un probable origen animal. Algunos estudios han demostrado una homología del 96,2% entre el ARN de este virus y el de otro Betacoronavirus hallado en poblaciones de murciélago de herradura (Rhinolophus affinis) (Zhou et al. 2020). Pero los murciélagos estaban hibernando en noviembre (momento en el que se estima que comenzó la transmisión de este virus) y por tanto no podrían estar a la venta en el mercado húmedo de Wuhan, teórico foco de origen de la pandemia. Esto sugiere que un hospedador animal intermediario podría haber intervenido en la transmisión a los seres humanos (Brussow 2020). Sin embargo, el mercado pudo actuar como origen primario o también como amplificador: muestras ambientales allí obtenidas revelan la abundante presencia del virus en los días de inicio de la epidemia, lo que prueba su relativa resistencia medioambiental; por el contrario, los animales presentes en el inicio del brote no pudieron ya ser muestreados. Es importante señalar la posibilidad de que el contagio pudo tener lugar tanto desde un animal indeterminado a una persona en el mercado, como que una persona infectada previamente pudo haber transmitido el virus a animales presentes en el mismo, los cuales a su vez lo habrían diseminado a clientes o trabajadores (Zoom conference. OIE Wildlife Working Group, 2020).
Diferentes estudios internacionales barajan la posibilidad de que en el paso de los murciélagos a los humanos pudiera estar también implicado un hospedador intermediario (Guo et al. 2020). Las secuencias proteicas y el análisis filogenético de la enzima de conversión de la angiotensina-2 (ACE2, angiotensin-converting enzyme 2) – principal receptor de SARS-CoV-2 en humanos (Wan et al. 2020) – han puesto de manifiesto que hospedares intermediarios como tortugas, serpientes o, especialmente, pangolines podrían estar involucrados (Liu et al. 2020) aunque el papel epidemiológico de estas especies sigue en duda (Li et al. 2020). No obstante, pese a ser esta una de las hipótesis que más se manejan actualmente sobre el origen de este virus, es importante tener precaución a la hora de interpretar estos datos genéticos. El Prof. Brownlie del Royal Veterinary College recuerda que es necesario cumplir una serie de requisitos para declarar que un animal es un reservorio de un virus ya que la similitud genética entre virus o receptores celulares no es una prueba de causa suficiente (Brownlie 2020).
Conocer el papel de los animales en la aparición de este virus, así como la susceptibilidad de los animales a padecer COVID-19 o poder transmitir el SARS-CoV-2 es esencial por varias razones. En primer lugar, permitirá entender mejor cómo se ha generado la actual pandemia, lo que resulta imprescindible para adoptar medidas adecuadas que prevengan la aparición de enfermedades similares en el futuro. En segundo lugar, permitirá identificar –si existen- potenciales reservorios animales que puedan jugar un papel epidemiológico en el mantenimiento/transmisión del SARS-CoV-2. Y, por último, conocer la susceptibilidad animal a este virus permitirá, de una parte, establecer modelos animales para el estudio de importantes aspectos de la COVID-19 y, de otra, el posible papel de especies domésticas en la actual pandemia. El desarrollo de modelos animales basados en aproximaciones clásicas para investigar aspectos de la epidemiología de la COVID-19 o la eficacia de fármacos, vacunas, etc. frente a la enfermedad está siendo complicado: por ejemplo, el ratón parece resistente a la infección, y en macaco Rhesus sólo se está consiguiendo reproducir una forma leve de la enfermedad (Callaway 2020a). Recientemente, se ha descrito el modelo en hámster (Chan et al. 2020) o ratones modificados genéticamente (Callaway 2020b) como candidatos para estudios de transmisión, patogénesis, tratamiento y vacunación frente a SARS-CoV-2.
En cualquier caso, a día de hoy se considera que no hay evidencia científica suficiente para identificar el origen y vía de transmisión original de SARS-CoV-2 desde la fuente animal (si existe) al ser humano (OIE 2020b).
EL PAPEL EPIDEMIOLÓGICO DE LOS ANIMALES DOMÉSTICOS EN COVID-19
Desafortunadamente, la información a este respecto es muy escasa y la situación es cambiante. A día de hoy las declaraciones de importantes instituciones como la OIE, AVMA o CDC respecto al papel epidemiológico de las mascotas en la COVID-19 inciden en que, hasta la fecha, no existen suficientes evidencias científicas que demuestren que los animales domésticos pudieran propagar SARS-CoV-2. En las últimas semanas, la situación epidemiológica de la COVID-19 ha cambiado de una manera explosiva, extendiéndose ampliamente por todo el mundo. Esto ha hecho que la OIE declare que pudiera existir la posibilidad de que algunos animales puedan infectarse al estar en estrecho contacto con humanos infectados por SARS-Cov-2, si bien se apunta nuevamente a que no hay en la actualidad evidencias que sustenten un papel de las mascotas infectadas por humanos en la diseminación de la COVID-19 (OIE 2020b).
Estudios teóricos basados en las secuencias y estructura del enzima conversora de angiotensina-2 (ACE2) sugieren que los receptores de animales de compañía y otros animales domésticos podrían teóricamente permitir el anclaje de este virus, sugiriendo una potencial transmisión interespecie (Li, Qiao, and Zhang 2020).
Un reciente ensayo experimental con diferentes especies animales (hurones, gatos, perros, cerdos, pollos y patos) ha proporcionado datos preliminares sobre la susceptibilidad de los mismos a la infección por SARS-CoV-2 (Jianzhong Shi 2020). Los gatos y los hurones resultaron ser las especies animales más susceptibles a la infección. En el caso de los hurones, SARS-CoV-2 era capaz de replicarse en el tracto respiratorio superior sin causar signos de enfermedad grave/muerte. Se obtuvieron resultados similares en gatos, donde también se demostró la transmisión de virus entre individuos a través de microgotas de la respiración. Por el contrario, los perros mostraron baja susceptibilidad a la infección por SARS-CoV-2 y los cerdos, patos y pollos ninguna (Jianzhong Shi 2020). En otro estudio realizado en condiciones de campo, Zhang et al. evaluaron la proporción de animales seropositivos a SARS-CoV-2 en una población de 102 gatos de Wuhan después del brote de COVID-19, obteniendo un 14.7% de animales positivos al dominio de unión del receptor (RBD, Receptor Binding Domain) del virus, si bien no se detectó ARN vírico en muestras nasofaríngeas y anales en ninguno de los individuos (Zhang Q. 2020). Todos estos resultados se han de interpretar con precaución ya que los resultados no han sido revisados y necesitan ser refrendados por estudios adicionales. La validez de los hurones como modelos experimentales para el estudio de COVID-19 ya ha sido demostrada (Young-Il Kim 2020).
Los datos disponibles en la bibliografía hasta la actualidad se recogen en la Tabla 1. El elemento común en todos los casos es que la totalidad de los animales positivos vivían en estrecho contacto con personas infectadas por SARS-CoV-2. El 13 de marzo de 2020 la empresa IDEXX manifestó que durante la validación de su test PCR para la detección de SARS-CoV-2 en animales probó más de 4.000 de muestras de perros, gatos y caballos procedentes de EE.UU. y Corea del Sur (incluyendo áreas con un alto porcentaje de personas COVID-19 positivas) sin resultados positivos. En China, se han analizado animales peleteros de granjas (zorros, visón, tanuqui) mediante RT-PCR, resultando todos negativos (OIE 2020a). Así mismo, el Delegado de la OI en China declaró a principio de febrero de este año que el China Animal Health Epidemiology Center (CAHEC) había llevado a cabo análisis de SARS-CoV-2 en muestras de cerdos, aves de corral y perros tomadas en 2019 y no detectaron ningún positivo (OIE 2020b).
También se ha especulado sobre el posible papel de los animales como ‘vectores mecánicos’ de este virus a través del pelo, la piel o las patas tras entrar en contacto con excretores (p.e. al ser acariciados por una persona COVID-19 positiva). ). Si bien no se han encontrado estudios específicos al respecto (O’Connor AM. 2020), tal posibilidad merece una más profunda evaluación.
Hasta la fecha, no hay casos descritos de transmisión de animales de compañía a humanos. El 2 de marzo de 2020 se publicó el 2nd Call of OIE informal advisory group on human COVID-19 and animals en el que se consideraba que aunque de momento no haya pruebas de transmisión de SARS-CoV-2 de un animal a otro, es altamente recomendable mantener aislados animales positivos de otros animales no expuestos.
En ambos supuestos, y ante la falta de datos contrastados, el principio de precaución debe imperar como indica la OIE. Las recomendaciones genéricas que se están emitiendo son: restringir el contacto de personas infectadas por SARS-CoV-2 con animales, extremar las medidas de higiene y realizar de manera estricta y rápida la eliminación higiénica de las deyecciones animales. A este respecto los responsables de sanidad animal, colegios y asociaciones profesionales, como conocedores de la situación y especialistas en la materia están emitiendo recomendaciones al respecto en nuestro país.
En el paquete de sugerencias que la OIE y otras agencias internacionales incluyeron en la primera reunión sobre Animal and environmental investigations to identify the zoonotic source of the COVID-19 Virus (Zoom conference. OIE Wildlife Working Group, 2020) celebrada el 31 de enero de 2020 se sugería invertir esfuerzos para incrementar el conocimiento en elementos clave en la infección y dinámicas de transmisión de SARS-CoV-2 en animales investigando aspectos como:
- Posible papel del ganado: además de atender al posible papel de otros animales (fauna, sinantrópicos), sería importante considerar el del ganado, incluyendo la posibilidad de que este sea infectado por humanos.
- Posible papel de los animales de compañía: comprobar el posible papel de mascotas y animales de compañía en la epidemiología de la enfermedad en países con casos humanos. Considerar el estudio/muestreo de animales propiedad de sospechosos/enfermos.
Una de las debilidades que se han detectado en este punto es la ausencia de un criterio o definición de casos para reportar los casos de animales a la OIE (OIE 2020a).
Es necesario seguir investigando todos estos aspectos con más trabajos científicos sistemáticos con el fin de discernir el posible papel de los animales en la epidemiología de COVID-19.
Marta Pérez-Sancho, Víctor Briones Dieste, Julio Álvarez Sánchez y Lucas Domínguez Rodríguez del Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria (VISAVET) de la Universidad Complutense de Madrid y del Departamento de Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid.