A pesar de que en gran parte del mundo se siguen usando, un número creciente de instituciones en Europa y Estados Unidos ya empezaron a reemplazar los animales en los experimentos de laboratorio por estructuras celulares humanas que imitan mejor el sistema biológico y ofrecen respuestas más precisas.
Tanto ratones, como conejos, monos y gatos son algunas de las especies que generalmente se encuentran en los laboratorios para hacer experimentos y estudiar las enfermedades que afectan a los humanos.
Según la ONG Humane Society International, se estima que más de 115 millones de animales son utilizados para el testeo y la investigación científica en todo el mundo. Sin embargo, no siempre los modelos presentan las características biológicas necesarias para realizar los estudios de interés.
En un reciente artículo publicado en la revista Drug Discovery Today, un grupo de investigadores de Argentina, Brasil y Canadá destacó la necesidad de adoptar en los estudios biomédicos formas de experimentación alternativas, basadas en el cultivo celular, que ya se están implementando con éxito en instituciones de Estados Unidos y Europa.
Según quienes defienden esa postura, “existen al menos dos opciones que ofrecen mayores ventajas a la hora de investigar, entre las que se encuentran, por un lado, ciertas células madre fabricadas en el laboratorio, llamadas 'pluripotentes inducidas' o iPS, y los llamados 'organoides' u órganos en miniatura. Ambos posibilitan desarrollar modelos de investigación personalizados y crear tratamientos, en base a células extraídas de los mismos pacientes, permiten estudiar las enfermedades con mayor precisión y propician el ensayo de nuevas drogas de manera más segura y económica".
Durante la investigación, los especialistas propusieron implementar estas nuevas estrategias en el estudio de afecciones cerebrales, tales como la microcefalia causada por el virus del Zika, el síndrome de Dravet, el autismo, el parkinson y patologías neuropsiquiátricas, dado que los modelos experimentales no representan totalmente la condición humana.
En el caso del alzheimer, por ejemplo, los científicos señalaron que “los ratones no presentan la pérdida neuronal extensiva o la formación de ovillos neurofibrilares que caracteriza a la patología en los seres humanos”.
Por su parte, la situación se repite en el autismo, ya que ni los roedores ni los primates no humanos comparten los rasgos genéticos, el sistema inmune o los circuitos cerebrales alterados que presentan los pacientes.
Concretamente, en Argentina, la doctora Marina Simian, bióloga e investigadora del Conicet en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), ya trabaja con organoides para estudiar nuevas terapias dirigidas contra el cáncer de mama. “Los organoides están formados por un conjunto de células que, en un sistema de cultivo tridimensional, son capaces de replicar tanto la función biológica como la estructura que tiene el órgano de origen o el órgano que emula”, explica Simian.
“El método actual es ineficiente y costoso”, asegura, quien pronosticó que la cantidad de animales de experimentación podría reducirse en los próximos años. “Es una necesidad técnica y un imperativo moral”, concluye.