La meteórica expansión del mosquito tigre (Aedes albopictus) en España ha llegado a un punto de no retorno donde su extinción es ya imposible. Desde su introducción en nuestro país por la zona de Barcelona hace ya cerca de dos décadas, esta especie invasora no ha dejado de hacer honor a su nombre. Especialmente en 2020 cuando, debido al Estado de alarma consecuencia de la pandemia de COVID-19, no pudieron llevarse a cabo los tratamientos de control oportunos.
De hecho, según datos de Mosquito Alert, tan solo en el primer semestre de 2020 se calcula que su presencia se incrementó en España en hasta un 70 % con respecto a 2018. Este año, las lluvias torrenciales que han marcado esta primavera ofrecen, junto con las cada vez más altas temperaturas estivales, el inmejorable caldo de cultivo para que su creciente expansión continúe su vertiginoso ritmo.
“Las abundantes lluvias de las últimas semanas, sumadas a las previsibles altas temperaturas del verano, constituyen el cóctel perfecto para la rápida proliferación del mosquito tigre”, afirma el director general de Anecpla, Jorge Galván. “Una circunstancia que debe colocarnos en situación de alerta por cuanto que este tipo de mosquitos son vectores transmisores de graves enfermedades como el Zika, el Dengue, el Chikungunya o la fiebre amarilla, por citar algunas de las más conocidas”.
El cambio climático y la globalización son dos de los principales factores coadyuvantes en esta situación crítica donde España juega un papel fundamental, por cuanto que se sitúa en un eje de tránsito global muy importante, además de estar sufriendo de forma extraordinaria consecuencias directas del calentamiento global. Un panorama que "coloca a nuestro país en puerta de entrada de otras no pocas especies de mosquitos y otras especies invasoras".