En la Unión Europea el sector avícola produce anualmente 15,2 millones de toneladas de carne de pollo, siendo el tercer productor mundial de este producto. Además, la carne de pollo es la más consumida en Europa. Sin embargo, el consumo de productos derivados del pollo, especialmente la carne, está considerado como la fuente más común de campilobacteriosis, la enfermedad de origen alimentario más frecuente en Europa, con 246.158 casos documentados en el año 2017 y, aunque no es grave (mayoritariamente genera diarreas más o menos severas), conlleva un coste asociado para los sistemas de salud pública y por pérdida de productividad que se estima en 2.4 billones de euros al año, según datos publicados por EFSA (European Food Safety Authority).
Dada su importancia, se han propuesto múltiples estrategias de mitigación para el control de Campylobacter en producción primaria pero las medidas de control estándar a nivel de granja siguen basándose principalmente en la utilización de antibióticos. Sin embargo, el uso generalizado de antibióticos sobrelleva un aumento de cepas multirresistentes, un riesgo adicional para la salud pública que también se está incrementando en el caso de esta bacteria.
Otras estrategias incluyen medidas de bioseguridad para evitar la entrada del patógeno en las granjas y la infección de los animales, como la reducción de la edad de sacrificio, vacunación o el uso de aditivos en la alimentación como pre-/probióticos u otros antimicrobianos (ej. bacteriocinas).
La adopción de algunas de estas medidas ha permitido conseguir cierta reducción en el número de Campylobacter. Sin embargo, ninguna de ellas ha sido capaz de solventar completamente el problema, lo que hace que solo se puedan utilizar de forma complementaria, junto con otras herramientas. Finalmente, también se han propuesto algunos tratamientos anti-Campylobacter en carcasas (post-sacrificio). Sin embargo, ninguno de estos tratamientos de descontaminación química ha sido autorizado todavía en la Unión Europea, a lo que se suma que los tratamientos físicos, como la congelación o el tratamiento térmico, afectan negativamente a la apariencia del producto.
Por lo tanto, todavía existe una importante y creciente necesidad de controlar la prevalencia de Campylobacter en pollo, y resulta cada vez más crítico desarrollar nuevas estrategias alejadas de los antibióticos para reducir el riesgo de esta bacteria en el sector avícola europeo.
UNA SOLUCIÓN NATURAL QUE IMPULSARÁ EL SECTOR AVÍCOLA
En el marco del Proyecto C-SNIPER, cinco socios europeos (AZTI, Institute of Animal Reproduction and Food Research PAS, University of Turin, Phage Technology Center GmbH and O.R.A. Società Agricola) se han unido con el objetivo de reducir la prevalencia de Campylobacter mediante el desarrollo y la validación de una estrategia de mitigación innovadora, eficiente y sin el uso de antibióticos, que pueda ser integrada fácilmente en los protocolos de higiene ya establecidos. El proyecto será financiado por el Consorcio Europeo de Alimentación EIT Food, según informa AZTI.
Mediante el proyecto se desarrollará una solución basada en el uso de bacteriófagos (fagos) como antibacterianos naturales, aplicable en las granjas, mataderos o instalaciones de procesado. La principal ventaja del empleo de fagos como estrategia de seguridad alimentaria frente a Campylobacter es su alta especificidad contra este patógeno, no afectando a otros microorganismos presentes en la microbiota del hospedador y siendo, por tanto, inocuo para plantas, animales y humanos. De hecho, reflejo de este potencial, ya existen en el mercado herramientas similares basadas en fagos contra otros importantes patógenos alimentarios como Listeria monocytogenes, Escherichia coli o Salmonella. Sin embargo, hasta el momento, no se han comercializado productos de fagos específicos contra Campylobacter.
Por lo tanto, la herramienta desarrollada en el proyecto C-SNIPER, que se prevé será validada durante 2020, dará solución a esta necesidad del mercado y del sector de disponer de alternativas efectivas para reducir progresivamente el uso de antibióticos en producción animal. Al mismo tiempo, el control de la presencia de Campylobacter dará lugar a productos derivados del pollo más sanos, seguros y de mayor calidad, derivando también en un gran impacto positivo en la seguridad alimentaria, la salud pública, la confianza y protección del consumidor y el bienestar social.
En consecuencia, este proyecto va a ayudar a impulsar el sector avícola europeo e incrementará su alcance dentro de los mercados locales e internacionales, fortaleciendo a la vez la competitividad y posicionamiento de los socios que están abordando este problema histórico, tanto en sus respectivos países, como a nivel europeo.