La Real Federación Española de Caza (RFEC) ha querido recordar a los cazadores la importancia de realizar el obligado análisis veterinario para detectar la presencia de triquina en la carne de los jabalíes abatidos, a raíz del brote de triquinosis aparecido en Retuerta de Bullaque esta semana y que ha afectado a 17 personas tras consumir carne de cerdo sin analizar.
La triquinosis es una enfermedad parasitaria causada por larvas enquistadas del nematodo Trichinella, que se transmite de modo accidental a los humanos al consumir carne o productos cárnicos crudos o insuficientemente cocinados de cerdos o jabalíes infestados.
Desde la Federación Española señalan que la normativa sanitaria española obliga a que la carne de jabalíes abatidos en cualquier acción de caza sea analizada por un veterinario para detectar quistes de triquina, y que nunca se consuma dicha carne hasta tener el resultado del análisis. Igualmente, recuerdan a los cazadores que tampoco deben dejar en el campo vísceras o restos de un jabalí abatido, para evitar que otros animales puedan ingerirlos y, si los despojos estuvieran infestados con el parásito, favorecer su dispersión.
Las autoridades sanitarias indican que el curado o salazón, la desecación, el ahumado y el cocinado en microondas no se consideran métodos seguros para inactivar al parásito. El calor lo inactiva siempre que se alcance una temperatura y un tiempo suficiente para que todas las partes de la pieza de carne lleguen a los 71 ºC. El frío también lo puede inactivar, pero los congeladores domésticos no alcanzan las temperaturas requeridas para garantizar su destrucción, sólo siendo posible en congeladores industriales.
“Todos debemos colaborar para evitar que sigan apareciendo brotes de triquinosis por autoconsumo de carne sin analizar”, ha insistido el presidente en funciones de la RFEC, Ignacio Valle López-Dóriga, recordando a los cazadores la necesidad de ayudar a erradicar “cualquier mala práctica que suponga un riesgo para la salud” y de hacer cumplir la normativa vigente “para asegurar la inocuidad de la carne silvestre que vaya a ser consumida”, como parte de su “necesario papel” en la gestión sanitaria en los ecosistemas.